Inteligente, pensante, pasivo e imponiendo la camiseta, a Boca Juniors le bastó para deshacerse del Etoile du Sahel de Túnez. El planteo táctico del equipo africano, un tanto mezquino y sin intención de tomar la iniciativa, pone nervioso a cualquier conjunto y lo complica mucho para poder entrarle al areá y, finalmente, temina transformando en impaciencia todo intento. Pero Boca mostró la consistencia y la solidez suficiente ante un plantel con mucha inexperiencia y desde el minuto uno comenzó proponiendo. Los de Russo no encontraban la manera de ingresar por el medio, lo cual lo llevó a buscar por los costados. Con un escurridizo Palacio, las incursiones ofensivas de Ibarra y Morel, y el despliegue de Neri Cardozo, hicieron que el Etoile se viera desconcertado. Y fue a los 36 minutos de la primera parte cuando Martín Palermo metió una pelota en cortada para el bahiense, quien desbordó y entre dos jugadores dio una asistencia a Cardozo, dejándolo mano a mano ante el arquero, que por más que achicó, nada pudo hacer ante el fulminante zurdazo al medio del hombre xeneize.
Muy distinto fueron los segundos cuarenta y cinco minutos ya que Boca tuvo muchas más oportunidades, encontró a su rival un tanto más desarmado y con Rodrigo Palacio, siendo una permanente molestia para los defensores. No lo pudo liquidar pero tampoco pasó sobresaltos, y eso le permitió llevarse el encuentro por 1 a 0 y esperar en la final del Mundial de Clubes al Milán o el local, Urawa Red Diamonds.
Si algo necesitaba Boca Juniors para convertirse en favorito en esta copa era recuperar la personalidad, el caracter y la actitud para afrontar este tipo de partidos. Pareciera que recuperó la memoria y si logra cristalizarlo en el pleito decisivo estaremos en presencia, nuevamente, de uno de los mejores equipos del mundo. Y por qué no, si la carátula de este torneo avala la condición al ganador, catalogarlo como el mejor de todos.
GERMAN MARTINA
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