El Barcelona y el Chelsea no cumplieron con las expectativas. El español es el equipo más vistoso del mundo y el inglés, el más fuerte físicamente. Si bien estas dos cualidades fueron notorias de parte de ambos en algunos lapsos de los dos partidos, fueron más las pelotas que visitaron las tribunas del Camp Nou y Stamford Bridge, que los arcos defendidos por Valdés y Cech.
No obstante, quedó bien claro que cada uno supo a qué jugaba y "murió con la suya". Lo del Barsa fue el toqueteo horizontal de siempre, aunque en ninguno de los 180 minutos de juego logró tener un mano a mano con el portero checo. Eso se debió a la invulnerable muralla establecida por los de Hiddink, quienes apostaron a sacar como sea la número 5 del área propia y dársela a Drogba para que se las arregle.
El 0 a 0 en España fue injusto, porque los Blues sólo tuvieron una chance de gol, mientras que los catalanes habían arrimado peligro en varias ocasiones (todos centros o remates de media distancia). En Inglaterra, el tempranero gol de Essien cambió la historia, porque el Barcelona debía marcar para pasar. Y aunque sufrió y no mereció empatar porque el Chelsea no supo liquidarlo (tampoco le cobraron dos claros penales), un preciso remate de Iniesta, tras pase de Messi, metió a los ibéricos en la final. La misma será el próximo 27 de mayo, en Roma, contra el Manchester United. Los dos mejores de Europa lucharán por la Orejona.
DAMIÁN ORLANDI
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