Kobe Bryant buscó, desde la partida de Shaquille O'Neal de los Lakers, un aliado que pudiese acompañarlo a conseguir nuevamente la gloria.
Con Derek Fisher como ladero desde hace un largo tiempo, la estrella máxima de la NBA, después de Michael Jordan (a LeBron le falta mucha leche chocolatada para acercársele), siempre sintió, en su juego, que le faltaba esa frutilla al postre con la que siempre contó. Para un buen creador, dicen los especialistas, no hay como un buen definidor.
Si bien el juego de Bryant pudo haberse monopolizado en los últimos tiempos en su figura y nada más que en su figura, ese egoísmo o impotencia (vaya uno a saber qué pasaba por la cabeza del oriundo de Pennsylvania) quedó de lado cuando Pau Gasol llegó proveniente de Memphis.
El español se convirtió en la mano derecha de Kobe y significó un "volver a vivir" para el escolta. Dúctil como pocos, con gran habilidad y agilidad para moverse bajo el aro y conocimientos tácticos adquiridos en el básquet FIBA, el pivote (o ala) catalán también buscaba su propia conquista en la Liga más importante, luego de adueñarse del mundo con su Selección y su país con el Barcelona.
Los Lakers ganaron el Oeste caminando en la temporada regular, derrotaron sin problemas a Utah en primera ronda de Playoffs, sufrieron más de la cuenta ante los Rockets de Scola en semis y limpiaron a los Nuggets en la final de Conferencia. En la final, luego de cuatro parejísimos partidos ante los sorprendentes Magic (verdugos de Boston y Cleveland, los grandes candidatos), Kobe, Pau y cía. pusieron las cosas en su lugar con autoridad en el quinto cruce y liquidaron la serie 4-1.
Es el cuarto anillo para Bryant y Fisher, el primero para Gasol, Bynum, Ariza, Radmanovic, Farmar y demás partícipes de este éxito. A Kobe le faltan dos títulos para alcanzar a Jordan y tres para convertirse en el nuevo rey. Sin Shaq, parecía todo perdido. Con Pau, todo es posible.
DAMIÁN ORLANDI
lunes, 15 de junio de 2009
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