Lo imprevisible en el desarrollo de cada uno de los encuentros, también ayuda a entender aquel concepto. Es simple, y para no hacerlo complicado... Un equipo puede patear veinte veces al arco contrario y demostrar, ante esa superioridad, que merece ser el ganador del partido. Sin embargo, si el rival encuentra una pelota suelta en el área contraria y la manda a guardar, siendo ésa su única aproximación a la mete opuesta, no hay nada que hacer. El que hizo el esfuerzo y acumuló méritos, se quedará con las ganas; el que se salvó de milagro y aprovechó su momento, terminará festejando.
En la Copa Confederaciones, ya habíamos marcado notorias sorpresas, como la derrota de Italia ante Egipto y la posterior clasificación de Estados Unidos a semis, al propinarle tres goles a los africanos. En esa instancia, los yanquis debían jugar con España, la mejor selección en la actualidad. Quince victorias consecutivas, treinta y cinco cotejos sin perder eran marcas sólo logradas por "La Furia” y parecían imposibles de ser interrumpidas. No obstante, ¿para qué tanta introducción? Los ibéricos fueron superiores en el juego a los norteamericanos, pero claro, no la metieron. Jozy Altidore y Clint Dempsey, por el contrario, hicieron valer aquella afirmación antes comentada.
Estados Unidos ya está en el partido cumbre. Hoy, Brasil va por lo mismo, ante un rival accesible: el local, Sudáfrica. La lógica indica que el equipo de Dunga ya tiene la copa en el bolsillo, pero…
DAMIÁN ORLANDI
DAMIÁN ORLANDI
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