jueves, 25 de junio de 2009

OJO, BRASIL...

Para el que duda de que el fútbol y la lógica no tienen relación alguna en el deporte masivo por excelencia a nivel mundial, hace mal. Resultados a lo largo de la historia han ratificado esta teoría impuesta -tal vez- a partir del mítico Maracanazo, momento en el cual Uruguay, en Río de Janeiro, venció 2 a 1 a Brasil en el último partido del Mundial de 1950 y provocó que hasta el día de hoy, ese sea uno de los partidos mas recordados de todos los tiempos.

Lo imprevisible en el desarrollo de cada uno de los encuentros, también ayuda a entender aquel concepto. Es simple, y para no hacerlo complicado... Un equipo puede patear veinte veces al arco contrario y demostrar, ante esa superioridad, que merece ser el ganador del partido. Sin embargo, si el rival encuentra una pelota suelta en el área contraria y la manda a guardar, siendo ésa su única aproximación a la mete opuesta, no hay nada que hacer. El que hizo el esfuerzo y acumuló méritos, se quedará con las ganas; el que se salvó de milagro y aprovechó su momento, terminará festejando.

En la Copa Confederaciones, ya habíamos marcado notorias sorpresas, como la derrota de Italia ante Egipto y la posterior clasificación de Estados Unidos a semis, al propinarle tres goles a los africanos. En esa instancia, los yanquis debían jugar con España, la mejor selección en la actualidad. Quince victorias consecutivas, treinta y cinco cotejos sin perder eran marcas sólo logradas por "La Furia” y parecían imposibles de ser interrumpidas. No obstante, ¿para qué tanta introducción? Los ibéricos fueron superiores en el juego a los norteamericanos, pero claro, no la metieron. Jozy Altidore y Clint Dempsey, por el contrario, hicieron valer aquella afirmación antes comentada.

Estados Unidos ya está en el partido cumbre. Hoy, Brasil va por lo mismo, ante un rival accesible: el local, Sudáfrica. La lógica indica que el equipo de Dunga ya tiene la copa en el bolsillo, pero…

DAMIÁN ORLANDI

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