Pensar que todo pudo haber quedado en la nada, si aquel árbitro noruego le daba dos penales clarísimos al Chelsea, en semifinales. Sin embargo, el gol de Iniesta lo catapultó (injustamente o no) al partido cumbre.
En Roma, el mejor duelo de estilos se presentaba en un escenario óptimo para la demostración de esa particular manera de jugar de cada uno. El Barsa contra el Manchester. Los dos, por supuesto, guíados por los mejores jugadores del mundo, quienes tomaron el legado del olvidado Ronaldinho y el relajado Kaká: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi planteaban, también, un partido aparte.
El encuentro comenzó siendo dominado por los ingleses. Un tiro libre de Ronaldo que no pudo contener Valdés y algún que otro destello del FIFA World Player edición 08, parecía que inclinarían la balanza para los de Ferguson (sin Tevez en cancha desde el arranque). No obstante, fueron los de Guardiola quienes marcaron primero. Luego de una magnífica jugada de Iniesta, Eto´o -el mejor 9 del mundo- hizo su trabajo: enganchó en el área y la metió con un puntazo, ante un Van der Sar flojo de reflejos.
En el complemento, lo mejor. Xavi e Iniesta repitieron su extraordinaria actuación en la consagración de España en la Euro y fueron indomables para el solitario Carrick y cía. A 20 del final, un centro del mejor de la cancha, Xavi Hernández, cayó a espaldas de Vidic. Allí estaba Messi. El crack argentino sabía que ese era su momento, pero no tenía tiempo para pensar. Se elevó, quedó suspendido en el aire, vio al arquero holandés y cambió de lugar su mano: se la puso en la cabeza. Todo eso, en un segundo: "Lío" se perfiló con su parietal derecho y la metió por encima del rascacielos holandés, quien sólo atinó a admirar el recorrido de la pelota hasta el fondo de la red de unos de los arcos del Estadio Olímpico. El 2 a 0 fue lapidario para el Manchester.
Ganó el Barsa. Ganó Messi. Ganó el que mejor practica este deporte y se quedó con la Triple Corona (Liga de España, Copa del Rey y Champions). Hoy se consagró un equipo que será recordado por todos y que demostró que la lógica, en el fútbol, existe. De todas formas, qué aburido sería si siempre ganaran los mejores, ¿no?
DAMIÁN ORLANDI
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