Mas allá de analizar el contexto, la trascendencia del encuentro para propios y ajenos y lo que pueda acontecer posteriormente al match en sí (cargadas, afiches, cánticos, banderas y demás), cabe reconocer la imposibilidad de soslayar lo que tiene verdadera gracia y la consecuencia de todo este preámbulo: EL PARTIDO. Antes, un dato: de los últimos 21 partidos entre Boca y River, sólo dos tuvieron más de 3 goles. La tendencia es clara y, generalmente, la escasa cantidad de tantos marca una característica en este tipo de cruces: los clásicos son un bodrio. Lo único que hace captar la atención del espectador neutral es el choque de camisetas, porque los partidos resultan ser un fiasco, son chatos y con nulas situaciones de gol.
Para este, en particular, hay varias dudas: Battaglia y Riquelme, en Boca; Barrado, Falcao y Fabbiani, en River. Además, Gallardo no está para jugar los 90 minutos, pero debido a su experiencia, el DT lo incluiría entre los once iniciales. Volvería Buonanotte y, en el Xeneize, Cáceres está recuperado de su desgarro ya está listo para jugar.
El domingo se despejarán las incógnitas: ¿el Superclásico hará caso a ese mote y será un encuentro emotivo, con llegadas y goles para gritar o sólo se quedará en la llanura de un Miniclásico, trabado en todos los sectores del campo y aburrido como los de los últimos tiempos? Cuando Bassi diga "A jugar...", será tiempo de conocer la verdad.
DAMIÁN ORLANDI
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