El esquema ofensivo (4-2-3-1) del que venimos hablando en el último tiempo siguió exhibiendo sus falencias en los 45 minutos iniciales. Ortega aparecía como el volante creador, aunque jamás pudo entregar claramente la pelota a sus compañeros. Rosales se movía por derecha, pero sus piernas iban más rápido que la pelota, por lo que a Falcao se le hacía imposible recibir, así que ni hablar de patear al arco. El único que intentaba algo diferente y lograba desequilibrar, era el chileno Sánchez, aunque recurría constantemente a la jugada individual y, cuando la largaba, también se sucedían las imprecisiones. Gimnasia, bien parado atrás, jugó el primer tiempo que había pensado antes de salir a la cancha. Le dejó la pelota a River y esperó con firmeza. Ruiz y Miramontes cumplieron por derecha e izquierda, respectivamente, aunque Quinteros nunca fue el asistidor que el solitario Turdó necesitaba. El 0 a 0 con el que se fueron al descanso, era justo.
En el complemento, todo cambió. Y fue a través de un gran tiro libre ejecutado por Matías Abelairas, quien la clavó en un ángulo y puso el 1 a 0. Eso fue a los 3. A los 11, Ortega envió el centro desde la izquierda y Paulo Ferrari, de cabeza (sí, aunque usted no lo crea), apareció como un rayo y selló el 2 a 0.
River pudo convertir más goles, porque el ingreso de Bounanotte le dio otra variante ofensiva, algo que el Lobo no tenía en sus planes. El Enano hizo lo que quiso, aunque le faltó el gol. Falcao, fastidioso porque no tuvo una situación de gol, corrió lo más que pudo, al igual que los dos autores de los goles (Abelairas y Ferrari), quienes resultaron ser los mejores.
Debut de Simeone y victoria Millonaria. Fue ante un rival débil, que le hizo partido sólo en la primera etapa. El River del segundo tiempo es, seguramente, el que el hincha de la banda quiere ver.
DAMIÁN ORLANDI
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